Juanita una moderna de las redes sociales
Juanita Somolinos nació en 1928 y hoy, con 97 años, escribe mensajes en WhatsApp, comparte videos y fotos de Facebook, disfruta con TikTok y se emociona con cada foto o vídeo que le envían sus biznietos. Después de una vida marcada por la guerra, las cartas escritas a pluma y las llamadas desde la central del pueblo, ha abrazado la tecnología con entusiasmo y naturalidad.
Cuando Juanita era niña, la comunicación era sencilla y directa: «Nos comunicábamos en persona, hablando con amigas», recuerda. No había teléfonos, ni mensajes, ni pantallas. Las primeras cartas no las recuerda con detalle, pero sí la sensación que dejaban: «Cada vez que recibías una carta, recibías una emoción». También llegó a escribir a José Mari, quien después sería su marido, cuando marchó a la mili a Zugarramurdi: «él me escribía todos los días, con papel y pluma, y yo le escribía de vez en cuando».
Los teléfonos llegaron más tarde. Primero, en el pueblo, una central donde se acudía solo en casos de urgencia. Después, ya casada y con hijos, llegó el primer aparato a su casa. «Cada vez que sonaba el teléfono era una ilusión», cuenta. Todos en la familia se quedaban mirando el aparato, esperando que sonara. Recuerda cómo un vecino se dedicaba a llamar a las tres de la madrugada y descubrieron quién era porque al otro lado se escuchaba maullar a su gato; resultó ser el dueño del bar, que era el que tenía la central.
Pero el gran salto llegó con la revolución tecnológica: móviles, Internet y redes sociales. Juanita lo celebró sin miedo. «Yo solo he estudiado hasta los 14, pero la cabeza me ha funcionado siempre muy bien», dice con orgullo. «A mí todo lo que sea avanzar me parece estupendísimo». Durante la pandemia, cuando media humanidad descubrió las videollamadas como salvavidas emocional, Juanita estaba entre ellas. Sus nietos le compraron una tablet para poder verla desde la distancia, y aprendió poco a poco, con la ayuda de familiares y trasteando a manejarla. Incluso inventó su propia forma de pronunciar Google: «Les decía “Geojle”, y ellos se reían: “¡Amama, que se dice Guguel!”».
«Les decía “Geojle”, y ellos se reían: “¡Amama, que se dice Guguel!”»
Hoy se maneja con soltura. Tiene Facebook, TikTok y, sobre todo, WhatsApp, donde participa en el grupo familiar. «Nos decimos bromas y lo pasamos divinamente». Cada vez que recibe una foto o un mensaje sale corriendo a ver de qué se trata. Cuando sus biznietos le escriben, confiesa, se le llena el corazón. «Cada vez que suena el móvil me emociono», admite con una sonrisa.
También tiene Alexa, que le pone canciones y jotas, y YouTube, donde ve vídeos para pasar el rato. Y cuando algo no le gusta, lo dice claro: en TikTok se enfada cuando una historia se queda a medias. «Eso debería estar prohibido», protesta. «Te cuentan una historia, das a me gusta y luego no está la segunda parte. ¡Me enfada muchísimo!».
Juanita no cae en la nostalgia. Mira hacia atrás sin rencor, pero mira hacia adelante con más interés todavía. Tuvo una infancia dura, con guerra, escasez y falta de noticias. «No sabíamos nada de la familia», recuerda. Hoy, en cambio, puede enterarse de todo al momento, y eso le parece un regalo enorme. «Me daría pena que tuvieseis que estar como estábamos nosotros».
Cuando se le pregunta qué echa de menos del pasado, responde con sinceridad: la amistad fiel, la vida sencilla, la complicidad. Pero no cambiaría su presente. «Yo hubiera preferido nacer 40 años más tarde», dice. «Con la energía que tenía y un poco de inteligencia, hubiera llegado a ser algo». Sus nietos, sin embargo, la corrigen: «¿Y no eres nada o qué? ¡Eres la mejor Amama del mundo!».


