Mohammad Farajallah Palestino residente en Amorebieta
Moha nació durante la primera intifada, en un pequeño pueblo al sur de Hebrón, y su infancia estuvo marcada por la guerra y la ocupación. En 2014 llegó a Amorebieta por amor, dejando atrás su tierra y su familia. Hace unos días vivió un momento inolvidable en San Mamés, cuando saltÓ al campo junto a su mujer y su hijo y todo el estadio se volcó con Palestina. Desde entonces, sigue alzando la voz por su pueblo y espera con emoción el histórico partido entre las selecciones de Euskal Herria y Palestina.
¿De qué zona de Palestina vienes y cómo era tu vida allí?
Vengo de un pueblo que se llama Idna, al sur de Hebrón. Después de mi pueblo está el muro y, al otro lado, la Palestina ocupada.
Fui un niño que nació durante la primera intifada, así que mi infancia no fue precisamente bonita.
La primera intifada en Palestina duró siete u ocho años. Ocho años de mi vida fueron una guerra callejera, creciendo en un pueblo que luchaba contra la ocupación.
Con cinco años viví el asesinato de mi primo: un soldado israelí lanzó una bomba contra una manifestación en mi pueblo. Murieron cinco niños, y uno de ellos era mi primo. Ahí llegó mi primera pregunta: ¿por qué?
¿En qué momento sales de Palestina? ¿Qué te trae a Amorebieta?
Salí en 2014, aunque voy y vengo constantemente. Lo que me trajo a Amorebieta fue mi ex pareja, Alba, una activista pro-palestina a la que conocí allí. Empezamos a hablar, luego nos conocimos mejor y acabamos casándonos en Palestina. Ella vivió conmigo unos nueve o diez meses, pero ya sabes, una persona libre no puede aguantar vivir en Palestina. Aunque es muy fuerte, aguantó lo que casi nadie podría. Hasta que un día decidió volver y me dijo: “Vamos a ir a Amorebieta a vivir, porque además estoy embarazada”.
Para mí no fue fácil dejar mi tierra, no quería hacerlo, pero la situación era la que era.
Fue la primera vez que salí de esa burbuja que es Palestina. Cogí un avión por primera vez y llegué a una tierra cuyo idioma no conocía, sin saber cómo era su gente. Lo que más me llamó la atención fue la tranquilidad que había en las calles.
Recuerdo una anécdota: estaba hablando con Alba cuando pasó un helicóptero de Osakidetza y me asusté. Ella me tranquilizó y me explicó lo que era.
Yo no estoy acostumbrado a ver aviones civiles: en Palestina solo se ven cazas militares. El sonido de una ambulancia allí significa que alguien ha sido herido o muerto. Me costó un tiempo adaptarme a la nueva vida.

¿Cómo están tus familiares en Palestina?
Vivos.
¿Cómo vives desde aquí lo que está pasando en Gaza, en toda Palestina? ¿Y cómo se lo cuentas a tu hijo?
Mi hijo ha viajado conmigo a Palestina en todas las ocasiones. Lo sabe todo gracias a los viajes, a lo que yo le cuento y también a su madre, que conoce muy bien nuestra historia.
“A veces pienso que es más difícil vivirlo desde fuera. Cuando estoy en Palestina, aunque escuche bombas, duermo más tranquilo”
Sobre lo que pasa en Gaza, la verdad es que me cuesta mucho dormir, pensar, hacer una vida normal, porque yo he vivido esto. He vivido tres o cuatro genocidios en Palestina.
Y sí, lo llamo genocidio, porque el sionismo pretende limpiar Palestina.
A veces pienso que es más difícil vivirlo desde fuera. Cuando estoy allí, curiosamente, duermo más tranquilo. Aunque escucho las bombas, estoy más tranquilo porque estoy al lado de los míos.

Euskal Herria siempre ha mostrado cercanía con la causa palestina.
Sí. Todo el mundo ha tardado en reaccionar, pero mejor tarde que nunca.
Aquí, en Euskadi, los primeros movimientos fuertes llegaron con La Vuelta Ciclista. Yo sabía que algo iba a pasar, porque llevo diez años viviendo aquí y conozco a los vascos: no iban a dejarlo pasar.
Y tenía razón. Ese día estuve allí y vi cómo se cancelaba la recta final. Para mí, eso fue una victoria. Sentí que habíamos logrado algo para Palestina.
“Cuando salimos al campo en San Mamés, todo el estadio se convirtió en Palestina”
Después vino el reconocimiento en San Mamés. ¿Cómo lo viviste?
Estaba nervioso y feliz al mismo tiempo, pero sobre todo quería ver la felicidad de los niños y niñas palestinos que estaban con nosotros.
Desde que entramos al estadio hasta el momento de salir al campo, todo fueron charlas y protocolo. Yo sabía que nos esperaba algo bonito, pero ellos no. Nunca habían visto nada igual.
Cuando empezamos a salir, San Mamés rugía. Desde que salimos hasta que volvimos fue como un sueño. Vi el cariño y los sentimientos del pueblo vasco hacia Palestina en los aplausos, en los gritos. No se escuchaba ni el micrófono que denunciaba el genocidio, de tantos gritos.
Parecía que todo el campo se había convertido en Palestina.
En noviembre se jugará un partido Euskal Selekzioa–Palestina. ¿Cómo lo vas a vivir?
Ese partido lo empezamos a trabajar Alba y yo en 2016, con la ilusión de hacerlo realidad algún día. Siempre que venía aquí en Navidad veía partidos de la selección vasca, y soñaba con ver uno así. Ahora ese sueño se está cumpliendo. Y lo que estamos preparando para ese día va a ser algo muy, muy bonito. Demasiado bonito.
Por cierto, ¿cómo se llama vuestro hijo?
Muayyad Farajallah Gutiérrez. Muayyad Significa “el elegido” en árabe. Es fruto de Palestina y Euskadi. Una mezcla, como dice él siempre: “50% vasco, 50% palestino.”


